martes, 10 de enero de 2012

''BOCADOS SUAVES''

Amigos Y Amigas,tenemos demasiados,
El chisme atrae porque es comunicado en forma simpática. El que lo escucha es cautivado por la información que recibe. Dice en Proverbios 18.8: “Las palabras del chismoso son como bocados suaves que penetran hasta las entrañas”. El ingenuo, que se presta a escuchar, permite que el chisme entre en su vida, hasta lo más profundo, siendo contaminado por una actitud que desagrada a Dios.

 
"Las palabras del chismoso son como bocados suaves, Y penetran hasta las entrañas (Prov.18:8). ''El que guarda su boca Guarda su alma:Mas el que mucho abre sus labios tendra calamidad'' (Proverbios:13:3)
El proBlema aqui es ¿ganas algo con hacer esto? ¿Envidias o celos q hable con tus amigos o (as)?¿ el chisme o la nota dl dia te beneficia en algo?


Esto se agrava, cuando el chismoso daña las relaciones interpersonales. Dice en Proverbios 16.28: “El hombre perverso promueve contienda y el chismoso separa a los mejores amigos”. Por un lado, el objetivo del chisme, es sembrar discordia, disensión entre las personas. El objetivo del chismoso es generar malestar con el prójimo.
El chismoso jamás va a reconocer èsto, lo que cuenta, según él, es para el bien del que escucha, para no ocultar la verdad (que es la verdad del chismoso, que generalmente es una media verdad, propio de una conducta influida por el enemigo de Dios, especialista en disfrazar la verdad, quien es padre de mentira).
Preguntatelo un buen Rato! Analizalo bien!! Piensalo!!, estas co
sas no nos lleban a nada bueno, y solo t ensucian el alma y corazon, si hablas mal de aquella persona, Analiza bien lo q estas diciendo, te invito a que te Analizes a ti mismo o a ti misma, Si puedes darte cuenta como eres tu mismo(a), te daras cuenta q tienes pelos en la lengua y demasiada cola qt pisen, asi que PIENSALO ANTES DE HABLAR MAL O ECHAR CULPAS A OTRA PERSONA QUE NO TIENE NADA CON TUS PROBLEMAS O ASUNTOS PERSONALES,

Recuerda que: Los labios mentirosos son abominacion a Jehova; Pero los que hacen Verdad son su contentamiento. (Prov.12:22)



“Las palabras del chismoso son como bocados suaves.” Proverbios 18:8 y 26:22

¡“Bocados suaves” o golosinas! (RV 1977) Esta palabra evoca dulces realidades, no sólo a los golosos, sino también a numerosos niños, jóvenes y adultos. Además de ser deliciosas en el momento, más tarde dejan un agradable recuerdo.
Y si Salomón nos habla de ellas en dos ocasiones, relacionándolas con las palabras del chismoso o delator, y comparando estas desagradables palabras con una comida agradable, es para llamar nuestra atención sobre esta inclinación a la que todos estamos propensos.
¿No es verdad que a veces los asuntos de un amigo, de un hermano, de una asamblea, son tan interesantes que se escuchan con agrado? Y si lo sucedido es de lamentar, contado de una manera denigrante, quizá con calumnia o burla, se convertirá en estos “bocados suaves” que “penetran hasta las entrañas”, es decir, hasta las profundidades más íntimas. Ciertamente rechazamos de entrada esta golosina de mal gusto y juzgamos aún más al que nos trae el chisme. Pues él ha sido el primero en deleitarse y ahora probablemente lo amplifica o lo envenena.
¡Qué hermoso sería si las noticias siempre fueran un motivo de alabanza, cosas ejemplares y llenas de edificación! Pablo nos da un ejemplo de ello cuando habla de algunos de sus colaboradores: Prisca y Aquila “expusieron su vida por mí”. Onesíforo “muchas veces me confortó, y no se avergonzó de mis cadenas, sino que cuando estuvo en Roma, me buscó solícitamente y me halló” (2 Timoteo 1:16-17).
Estimulémonos hablando de estos ejemplos, bendigamos a Dios que inclina los corazones al amor y a las buenas obras. Pero huyamos de los “bocados suaves”, no los escuchemos, están envenenados.
“El hombre perverso levanta contienda, y el chismoso aparta a los mejores amigos” (Proverbios 16:28). Falta de confianza, sospechas, odio y amargura siguen a menudo a estas digestiones dolorosas.
Al enterarnos de un desliz, de un paso en falso e incluso de un pecado en nuestro hermano, sería preferible que primero nos juzgáramos a nosotros mismos y luego usáramos la oración y la Palabra de Dios, que es como el agua que purifica, siempre en amor, “porque el amor cubrirá multitud de pecados” (1 Pedro 4:8). Pensemos en la gracia de nuestro Señor Jesucristo, quien conoce perfectamente nuestras debilidades y en su misericordia acude a vendar y a curar las heridas, quien eleva la mirada y da ánimo a todo aquel que se encuentra fatigado. Mientras estaba el Señor aquí en la tierra, aunque “conocía los pensamientos del corazón del hombre” (Lucas 6:8), no les relataba a sus discípulos acerca de los desastres que veía en los corazones. Más bien, como hombre “de dolores, experimentado en quebranto” (Isaías 53:3), sufrió los males de los que le rodeaban, esperando el momento de llevar sobre sí mismo en la cruz el peso de nuestros pecados.
Nos dejó un modelo para que sigásemos sus pisadas. Fijemos, pues, nuestros ojos en Jesús... y huyamos de las golosinas.

¿Cómo controlar su lengua?
“Ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado… Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios”.
Santiago 3:8-9

Si la fe se manifiesta necesariamente por medio de obras, la impureza del corazón se exterioriza tarde o temprano mediante palabras. Toda máquina de vapor posee una válvula por medio de la cual la excesiva presión interna se escapa irresistiblemente. Si dejamos subir en nosotros esa «presión» sin juzgarla, se traicionará inevitablemente con palabras que no podremos retener. El Señor nos hace comprobar así la impureza de nuestros labios (Isaías 6:5) y nos muestra cuál es su fuente interior: “La abundancia del corazón” (Mateo 12:34; 15:19; Proverbios 10:20).
Pero Él nos invita a juzgarnos y a separar “lo precioso de lo vil” (Jeremías 15:19), a fin de ser como su boca. Hay sabiduría y sabiduría. La “que es de lo alto”, como todo don perfecto, desciende del Padre de las luces (Santiago 1:17). Sus motivos nos la darán a conocer: ella es siempre “pura”, sin voluntad propia y activa para hacer el bien. Tendríamos que volver a leer las declaraciones de Santiago cada vez que estemos a punto —es decir, por desdicha, muchas veces al día— de hacer mal uso de nuestra lengua: contender, mentir (cap. 3:14), maldecir (cap. 4:11), jactarse o vanagloriarse (cap. 4:16), murmurar (cap. 5:9), jurar o proferir palabras ligeras (cap. 5:12; Efesios 4:29; 5:4).



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